CRISIS EN LA FRONTERA


urlPor Jonathan Planchart

Recientemente hemos visto cómo el gobierno supuestamente bolivariano, ha tomado una serie de medidas radicales a lo largo y ancho de la extensa frontera colombo-venezolana.

Primero fue un cierre de la misma en el estado Táchira seguido de un impreciso decreto de estado de excepción en algunos municipios fronterizos extendido ahora además a los estados Zulia y Apure, acompañado de una inusual deportación de miles de ciudadanos colombianos en situación de ilegalidad, suponemos, que ha ocasionado una suerte de crisis humanitaria a ambos lados de la frontera: Viviendas marcadas con unas siniestras letras en mayúscula, “R” de revisadas y “D” de demolición, bulldozers derribándolas, filas de hombres, mujeres y niños muy humildes en su mayoría vigilados por soldados venezolanos mientras recogen a duras penas sus enseres, cruzando el río Táchira camino hacia Cúcuta (unos cuantos kilómetros de recorrido) con neveras, escaparates, mascotas, maletas, camas, cocinas y cuanto mobiliario pudieran llevar con 2 manos, escenas insólitas e inquietantes que hacen recordar los brutales métodos de deportación nazis y de ISIS, solo que aquí mismo, ocurriendo entre 2 repúblicas hermanas como pocas en el mundo, casi siamesas como son las bolivarianas Colombia y Venezuela.

¿Qué puede haber ocurrido para que el mandamás de este lado de la frontera, del cual se tienen serias sospechas que haya nacido en la hermana república (recordemos que incluso el ex presidente colombiano Andrés Pastrana lo llamó “paisano”) haya tomado semejante decisión? El discurso oficial señala el hecho cierto de la presencia de grupos paramilitares colombianos en la zona y, aunque el gobierno no las toca ni con el pétalo de una rosa, también de narcoguerrilla, además del contrabando de gasolina y alimentos regulados hacia el vecino país, siendo que la gota que habría derramado el vaso de agua el atentado que hicieron contra unos militares venezolanos en la zona fronteriza.

Sin embargo, aunque visto así pareciera que habría razones de sobra para ejecutar una serie de medidas especiales en la frontera, uno se pregunta, ¿Por qué humillar tantos ciudadanos colombianos de esa manera, dejando en la calle familias enteras como si fuesen delincuentes? Si hubiese personas incursas en delitos, muy bien, deténgalos, júzguelos, depórtelo, pero, ¿Tomar estas medidas por el solo hecho de ser colombianos? Eso se llama xenofobia, atizar el odio hacia el extranjero, culpar al colombiano de los males que padece la economía venezolana simplemente es buscar un chivo expiatorio, culpar a una minoría aparentemente indefensa en territorio extranjero, lo que hicieron los nazis con los judíos, lo que hace ISIS con los cristianos y los musulmanes chiítas, un delito de lesa humanidad pues, cuya responsabilidad penal no prescribe.

Luego, ¿Cómo se pretende luchar contra el contrabando de extracción cerrando los puestos fronterizos, los pasos legales de entrada y salida de personas y bienes? ¿Para qué están las aduanas? Los contrabandistas utilizan las trochas y los caminos verdes, además, mientras el precio de la gasolina y otros rubros regulados sea prácticamente regalado, será inútil cualquier intento que se haga en esta materia pues hasta militares estarían en el negocio del contrabando, sumamente lucrativo.

Por otra parte, la escasez de prácticamente todo que se vive en Venezuela no es culpa ni del colombiano ni del contrabando, la escasez se debe a que intencionalmente el gobierno dizque revolucionario jugó a asfixiar la poca producción nacional (recuérdese la cantidad de marcas de arroces, leche, granos, pastas, café, enlatados aceites que antes había en los mercados) para entrar de lleno en el negocio de las importaciones de alimentos y las jugosas comisiones que dejan en manos de unos pocos negocio responsable de unas cuantas fortunas levantadas a costa de miles, quizá millones de horas/hombre venezolanas (y por qué no, colombianas también y de cuanto extranjero ose vivir en esta vilipendiada nación también) desperdiciadas en interminables colas y, valga decirlo, hambre también, pues la poca oferta de productos estimula la demanda de los mismos, presionando aún más el alza de los alimentos, gasolina para la inflación que no conoce de controles de precios y no permite al trabajador promedio cubrir los gastos necesarios para comer, toda vez que se necesitan más de 5 salarios mínimos para la canasta alimentaria.

Por último, ¿Para qué un estado de excepción? Para buscar los responsables del atentado a los militares venezolanos no hacía falta semejantes medidas, para lo demás tampoco, entonces, por qué recurrir a estas decisiones francamente impopulares por demás? Venezuela no ha sufrido una agresión militar de parte del gobierno neogranadino que la justifique, por otro lado, el gobierno se ha expuesto innecesariamente aún más a la crítica internacional al tiempo que personeros del mismo podrían verse incursos en delitos de lesa humanidad.

La única razón que pudiera haber es crear un clima de confusión y consternación nacional que busque impedir o al menos sabotear el resultado de unas elecciones parlamentarias a la vuelta de la esquina, las cuales, según casi todas las encuestadoras y lo que se siente en la calle, el gobierno las tendría perdidas, situación que implicaría la pérdida del control del Parlamento por parte de los rojos en enero del año próximo, por lo que la presidencia del mismo quedaría en manos de la oposición por primera vez en 16 años, lo cual supondría un Knock Out técnico a la mal llamada revolución bolivariana, cuyo fin en estas condiciones quedaría a la vuelta de la esquina, con un Referendo Revocatorio en 2.016 imposible de ganar para un Nicolás Maduro y un régimen con poco margen de maniobra que desde ya tiene poderosas razones para sentirse preocupados de salir del poder de una manera poco decorosa luego de casi 17 largos años, increíblemente lo mismo que duró la dictadura del General Augusto Pinochet en Chile, que a muchos se les hacía eterna.

jonathanplanchart@dialogopolitico.net

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