La frase “el trabajo dignifica al hombre”, no deja de ser un contrasentido. El trabajo no dignifica al hombre, más bien lo envilece y definitivamente lo esclaviza, le subordina a un patrono, le entrega el bien más preciado después de la vida que es su propio tiempo, por un salario, la más de las veces insuficiente para subsistir dignamente, por lo tanto, la frase «el trabajo dignifica al hombre», por cierto, acuñada por Karl Marx, en sí es una contradicción.
El trabajo no dignifica al hombre, todo lo contrario, lo envilece, lo hace perder horas y horas de su tiempo preciado, lo obliga a madrugar y dormir poco en muchos casos en una fábrica o en una oficina, viendo las mismas caras todos los días, haciendo más o menos lo mismo, como un autómata, le quita la creatividad, le impide pasar más tiempo del que quisiera con su familia, el trabajo no tiene nada de digno; ahora bien, cuando hablo de trabajo me refiero a trabajo subordinado, al que deviene de una relación laboral, donde hay un patrono al que hay que obedecer y un empleado subordinado que cumple las órdenes, que es el trabajador, antiguamente llamado esclavo. Más de una vez habrá escuchado a alguien decir que trabaja como un negro, como un burro, como un esclavo, pues bien, es que el trabajador es justamente eso, un esclavo.
Una vez escribí que «EL TRABAJO ES LA ESCLAVITUD MODERNA», y es verdad, la clase trabajadora es esclava del patrono, llámese estado o empresa privada. Es falso que para vivir hace falta buscar trabajo, y es falso que una persona que carezca de medios de producción (tierra, capital) no pueda ganarse la vida, no digo dignamente sino estupendamente con el solo uso de su imaginación y el intelecto.
Sin embrago, el término trabajar o trabajo, es un término genérico, amplio, en ese sentido, todo el mundo trabaja; desde el barrendero, el policía, el fiscal de tránsito, el dueño del kiosco, el de la panadería, el lechero, el comerciante, el empresario, el funcionario público, el médico, el ingeniero, etc.
Pero en sentido estricto, el término “trabajo”, o “fuerza de trabajo”, que es su verdadera acepción, implica una “relación de dependencia”, de “sumisión”, la relación laboral implica “la subordinación del trabajador frente al patrono”, sea este un privado o el estado. Esa relación derivada del contrato de trabajo, la relación laboral, a mi modo de ver es nefasta, y por muchas razones.
Para empezar el trabajo es un medio, no un fin sí mismo; es un medio para obtener dinero, pero no es el único y cuando hablo de “trabajo” me refiero al término en su “sentido estricto”, el que aparece definido en la, a mi modo de ver también “nefasta y perniciosa Ley Orgánica del Trabajo” -más adelante te explico por qué pienso que es nefasta y perniciosa esa y todas las legislaciones laborales-. La Ley no define al trabajo (por una razón muy simple, el trabajo no es más que una esclavitud disfrazada, con la única diferencia que el “esclavo” no es propiedad del “amo” (en derecho laboral, “patrono”), “la relación laboral es la evolución natural de la antigua institución de la esclavitud”, lo que pasa es que no muchas personas se detienen a pensar en ello.
La esclavitud era la norma hasta hace unos 200 años. Las leyes y reglamentaciones laborales son de era reciente, como máximo tendrán unos 150 años y las modernas mucho menos, la OIT data de 1.919, el día del Trabajador data del 1º de mayo de 1.886 a raíz de una huelga desatada por grupos de obreros anarquistas explotados en las fábricas de Chicago, en esa época no existían leyes laborales; cuando la esclavitud como institución económica (el trabajo esclavo era un factor de producción casi gratuito para el “amo”, hoy devenido en patrono), es decir, que de los 3 factores de producción que siempre están presentes en toda ecuación económica (tierra, capital y fuerza de trabajo), antiguamente el amo se “saltaba” o no gastaba en el costo del factor de producción “trabajo”, que hacía el esclavo sin remuneración alguna, por lo tanto, sus ganancias eran siempre astronómicas, la raíz de las desigualdades sociales. Con la aparición de la Revolución Industrial en el siglo XVIII primero en Inglaterra y luego en otras naciones de Europa y EE.UU.
La esclavitud pasó del campo y de las plantaciones a las fábricas, mientras que paralelamente se fue aboliendo la esclavitud en el mundo, presionada por los ideales de la Revolución Francesa de “libertad, igualdad y fraternidad”; entonces siervos y esclavos, al quedar “libres”, entre comillas porque si bien al desaparecer la institución de la esclavitud y la servidumbre los siervos y esclavos dejaban de ser “propiedad” del amo o señor feudal, la dependencia económica hacia sus explotadores continuaba, tenían que sobrevivir de algún modo y no poseían medios para hacerlo de manera INDEPENDIENTE, por lo tanto, pasaron a TRABAJAR en las fábricas y plantaciones de sus EXPLOTADORES (la explotación es un término que aparece en la Ley del Trabajo) con la sola diferencia que ya no eran “dueños de sus personas” como en el pasado (esclavitud), pero pasaron a ser “dueños de su tiempo” y a su vez los antiguos esclavos y siervos pasaron a ser igualmente DEPENDIENTES económicamente de sus patrones, antiguos amos.
Incluso en la esclavitud, al esclavo se le daba una remuneración simbólica, que consistía en una suerte dinero para comprar su sustento en una suerte de bodegas que funcionaban en las mismas haciendas de los amos.
Entonces, al irse aboliendo la esclavitud, institución de carácter meramente económico que fue considerada quizá injusta pero normal y aceptada desde tiempos bíblicos hasta hace apenas unos 200 años, había que crear un mecanismo para que esas masas de siervos y esclavos, ahora “libres”, pudieran conseguir su sustento a la vez que permitiera el curso de la vida económica, ese mecanismo se llama “relación laboral”, y la regula el Derecho del Trabajo, que no ha existido siempre pues antiguamente no hacían falta tales regulaciones, de hecho si se compara con el Derecho Civil, que viene de la Antigua Roma, es de muy reciente creación, y se desarrolló básicamente para evitar los excesos que se producían en las entonces hacinadas fábricas, donde trabajaban principalmente los obreros (antiguos esclavos), y los campesinos (antiguos siervos de la gleba).
Esto fue así, esta fue la transición de la institución de la esclavitud hacia la institución de la relación laboral, de ahí las luchas que se han dado progresivamente en ese sentido con la aparición de los sindicatos obreros hasta llegar a las más modernas “reivindicaciones” laborales, supuestas conquistas de los trabajadores que dieron forma al Derecho del Trabajo moderno.
Ese sistema oprobioso, esclavista, nugatorio de la libertad humana fue institucionalizándose, abarcando casi cualquier área de la actividad productiva, desde profesionales, oficinistas, mensajeros, empleados y gerentes, pasando por funcionarios públicos y policías hasta jueces, todo fue quedando legislado por una institución que en principio estuvo destinada a regular las relaciones obrero-patronales (las relaciones esclavo-amo no estaban reguladas pues al esclavo no se le consideraba sujeto de derecho), hasta abarcar todo tipo de relación productiva, todas las relaciones económico productivas, sea basada en mano de obra o intelecto quedaron a merced del contrato de trabajo, regulado por el derecho laboral o Derecho del Trabajo.
Así que la diferencia entre un esclavo y un trabajador actual no es mucha, si bien el patrono no es “dueño” de la vida del trabajador, sí lo es de su tiempo, del tope de su remuneración y hasta de su tiempo libre (vacaciones).
Ahora bien, como dije antes, el trabajo, en el sentido que hablo (relación de subordinación, 8 horas diarias, vacaciones, prestaciones sociales, etc.) no es otra cosa sino la evolución directa de la esclavitud.
Pero el trabajo al fin y al cabo no es un medio, es un fin, ¿y un fin para qué? Para conseguir el sustento que se obtiene mediante el dinero, que es lo que al final te permite sobrevivir, vivir dignamente, vivir con lujos, en fin, subsistir. Pero así como el dinero no crece en los árboles, el trabajo no es el único medio para conseguirlo. De hecho, en la Edad Media, habían estamentos sociales que no pertenecían ni a la Monarquía, ni al Clero, ni a la aristocracia ni los terratenientes, únicos ciudadanos verdaderamente libres, pero que tampoco eran esclavos ni siervos de la gleba, estos eran: Los comerciantes, los constructores y los gremios de artesanos. No existían empresarios (capitalistas) en esa época, estos surgen a raíz de la Revolución Industrial.
Pues bien, constructores, artesanos y comerciantes se han ganado la vida libremente desde tiempos inmemoriales.
Ahora bien, el derecho laboral no solo es pernicioso y nefasto sino que es innecesario. La relación de sumisión producto del contrato de trabajo, nudo gordiano que permite la existencia última de las desigualdades sociales pues mientras este sistema continúe, la lucha contra la pobreza seguirá siendo un saludo a la bandera, pues este sistema pone al gobierno, -patrono de los funcionarios públicos- y los empresarios del lado del amo, y funcionarios públicos y trabajadores subordinados a éstos, y esta situación quedaría desvirtuada cuando los trabajadores decidan romper con ese contrato nefasto (eso sí sería una verdadera revolución) y que el trabajador, el que va a prestar un servicio basado en su condición física o intelectual (mano de obra) simplemente contrate con el patrono de igual a igual, como un contrato de servicios o un contrato de honorarios profesionales, tal como hacemos los abogados en libre ejercicio y otros profesionales liberales con un cliente o un comerciante con su proveedor y sus clientes, el patrón, por tanto, pasaría a ser eso, un cliente más, así fulano de tal, obrero, secretaria, oficinista, contador, contrata por un tiempo determinado por tal remuneración con tal persona o empresa, en donde cada quien fije y negocie sus condiciones y no sea sometido por ninguna de las dos partes. Eso es distinto a una sumisa y dependiente relación laboral. Libertad de contratación. Agentes (abogados) que negocien libremente contratos de prestación de servicios u honorarios por tiempo determinado, donde se acuerden libremente las condiciones entre ambas partes, de esa manera el trabajador tendría libertad de fijar su remuneración y no adaptarse a un sumiso contrato de trabajo, no tendría un patrono sino que éste pasaría a ser un cliente más, no habría necesidad de quedar atado a un horario estricto sino que cada trabajador o agente libre determinaría su forma de llevar a cabo su servicio, sea basado en mano de obra o intelectual, de igual forma esta condición no le impediría cotizar al seguro social, quedaría en libertad de condicionar su prestación de servicios de manera autónoma, en fin, se crearía un verdadero “mercado de fuerza laboral” verdaderamente libre.
Hace falta un cambio de paradigma para acabar con este sistema oprobioso, indigno y esclavista que se instaló en la humanidad desde tiempos inmemoriales y que sigue de manera generalizada hasta nuestros días.
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