Hay unos pasajes del Antiguo Testamento en donde se relata unos sueños que tuvo un Faraón del Antiguo Egipto. En estos sueños dice el Faraón haber visto siete vacas hermosísimas y en extremo gordas, gallardas, las cuales parecían estar pastando en la ribera de un río; sin embargo, también salían del mismo río otra siete vacas, pero estas eran feas y flacas, las cuales se tragaron a las primeras siete vacas gordas.
Posteriormente el Faraón recurrió a sabios y adivinos a que le interpretaran su sueño, y no fue sino el patriarca israelita José quien dio las respuestas. Dice la Biblia en el Génesis, capítulos 41 y 42, que José le profetizó que esas 7 vacas gordas significaban 7 años de abundancia, y que aquellas 7 vacas flacas simbolizaban 7 años de escasez, hambre y penuria, que seguirían a los primeros 7 años de abundancia, y que por tanto, habría que estar preparados.
Acto seguido se recomendó al Faraón nombrar un hombre prudente y sabio que administrara la tierra de Egipto, y que se produjera a manos llenas durante la época de abundancia y se recogiera y almacenara un quinto de la producción de granos y trigo, de modo de estar preparados para los tiempos difíciles. Así hizo el Faraón, y cuando llegaron los años de escasez en todas las tierras en Egipto había comida para el pueblo egipcio y no pasaron hambre ni necesidad.
Este breve relato bíblico, sabiduría elemental que deja claro la importancia de ahorrar, guardar para los tiempos difíciles, lo que los romanos llamaban la actitud que debe guiar un buen padre de familia, es lo que precisamente no observaron los gobernantes de Venezuela durante el período de la abundancia petrolera.
Como se sabe, Venezuela no vive de los granos ni del trigo sino del petróleo, su principal producto de exportación, el cual produce la mayor parte de las divisas indispensables para el funcionamiento de la economía, ya que las compras internacionales y el pago de la deuda se hace principalmente en dólares o en euros, pero nunca en bolívares. Ninguna nación ni empresa extranjera acepta bolívares como medio de pago.
Así las cosas, Venezuela vivió un período de “vacas gordas” desde 2.004, cuando el precio del barril superó la barrera de $50, un precio inimaginable por gobiernos anteriores para entonces, y no frenó su carrera alcista sino hasta el año 2.008, cuando alcanzó un pico de $146 el barril, para posteriormente corregir abruptamente hasta la frontera de los $40/barril ese mismo año para continuar su carrera ascendente más o menos de manera continua hasta mediados del año pasado cuando el precio del barril promedió los $100, hasta que empezó nuevamente un proceso de corrección en el precio del oro negro el cual llega hasta el presente.
De este modo, Venezuela gozó de unos ingresos exorbitantes producto del ingreso petrolero, durante al menos 10 años continuos, lapso durante el cual los expertos en la materia afirman que el país habría recibido ingresos por el orden de $1.000.000.000.000 (un billón de dólares), cifra ésta en todo caso, sujeta a revisión.
Durante esos 10 años de bonanza petrolera, nuestro período de “vacas gordas”, se hizo poco por diversificar la economía o ahorrar, al contrario, una de las principales políticas de la revolución fue atacar al sector privado, echar mano indiscriminadamente a las expropiaciones, estatizar empresas y profundizar la dependencia del extranjero mediante un aumento descontrolado de importaciones de todo tipo, sobre todo alimentos. En un ambiente económico cerrado, con control de cambio, amenazas al empresariado, control de precios e inseguridad jurídica, es poco lo que puede hacerse para dinamizar la economía.
Ahora, cuando empiezan la época de las “vacas flacas”, el país que durante 10 años iba por el mundo financiando hospitales, carreteras y vendiendo petróleo barato en otros países ahora se encuentra en una situación comprometida con la baja de los precios del crudo. La prudencia y la sabiduría en el manejo de la economía se hicieron a un lado durante el período de las “vacas gordas”.
¿Qué hubiese pasado en Venezuela si se hubiese usado la bonanza petrolera para incentivar el agro, la inversión extranjera, la producción de bienes y servicios, la hotelería y el turismo como fuentes alternativas para la obtención de divisas? Ciertamente ningún gobierno ha podido romper la dependencia del petróleo en Venezuela, pero el gobierno revolucionario la ha apalancado aún más. Ahora nos encontramos en una situación dramática donde las “vacas flacas” se dejan ver por doquier, en las interminables colas para adquirir alimentos, en la escasez de productos, la sequía de dólares y la inflación galopante que, producto de erradas políticas económicas, afecta nuestro querido país.
Se impone rectificar, suavizar los controles, fomentar la inversión, proteger a la empresa privada, ofrecer seguridad jurídica y garantías económicas para invertir; mientras el gobierno siga evadiendo su responsabilidad con el cuento de la fulana “guerra económica” como chivo expiatorio de los males que aquejan a la economía, pocas esperanzas tendremos de sortear esta situación; por el contrario, si se sinceriza la economía, ajustando entre otras cosas el precio de la gasolina, subsidiando el transporte público y de carga pesada, se desmontase el control de cambio y se da un giro copernicano en el manejo de la economía, este país podría superar el período de las “vacas flacas”, pero mientras sigamos regalando petróleo a otros países, descuidando el agro, subsidiando la gasolina, manteniendo 3 tipos de cambio y demás incoherencias económicas, las vacas flacas fácilmente podrán quedarse a pastar aquí por muchos años.
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