Por Carlos Ernesto Rodríguez
Análisis Político Electoral
Uno de los principales logros del aparato comunicacional del gobierno de Hugo Chávez en los últimos años ha sido el de venderle como el genuino representante de la izquierda venezolana y sobre todo como el gran referente de la izquierda latinoamericana, calificando además a todo aquel que se le oponga como “derecha” e incluso como “ultra-derecha”.
Otra de las ideas que suele vender ese aparato comunicacional es que en Venezuela lo que ocurre es una lucha de clases sociales, donde el presidente representa a los pobres del país en una batalla contra los ricos, que ven en su gobierno y sus programas sociales el peligro de la pérdida de poder económico y político.
No se puede negar que este mensaje ha tenido cierto calado, sobre todo en Europa donde ciertos teóricos, nostálgicos del comunismo, carentes de referentes una vez ocurrida la desaparición de la URSS y luego de la caída del Muro de Berlín, han visto en este caudillo latinoamericano una nueva esperanza y han esparcido por algunas universidades europeas al Chávez icono de la izquierda latinoamericana.
Por otro lado, es cierto que la conducta y actuación política de aquella oposición al gobierno de Hugo Chávez, en esos primeros años que van de 1999 al 2002 contribuyó a forjar el mito. Una oposición que aturdida aún por el advenimiento del fenómeno Chávez, protagonizó una serie de episodios como el golpe de estado del 11 de Abril de 2002 o el Paro Petrolero que con el tiempo han servido de sustento al cuento de la lucha de clases y sobre todo a vender la idea de la poca vocación democrática de dicha oposición que por cierto nada tiene que ver con la Alternativa Democrática actual.
Sin embargo desmontar estas ideas no es tan complicado, sobre todo si nos apoyamos en cifras y ejemplos como forma de mostrar al mundo la verdad de lo que ocurre en Venezuela bajo el gobierno de Hugo Chávez.
Por ello lo primero que haré es referirme a la lucha de clases y para ello quiero hacer mención a un trabajo realizado por Luis Pedro España y publicado en el año 2010 llamado “Más allá de la renta petrolera y su distribución. Una política social alternativa para Venezuela”.
En dicho trabajo se muestran los datos de distribución poblacional en función de 5 estratos sociales para los años 1997 y 2007:
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A partir de ese trabajo he realizado una extrapolación lineal de la variación de dichos porcentajes en cada estrato social para estimar la distribución con la población del censo del año 2011.
Esto nos indicaría que el sector “A” de la población, o lo que es lo mismo el estrato social con mayor poder adquisitivo, lo que podríamos llamar “los ricos” representan en el 2011 el 4,53% de la población. Si la elección presidencial y en definitiva la lucha política actual estuviese basada en una lucha de clases sociales, de pobres (todos con Chávez) y ricos (todos en contra de), la máxima votación que podría obtener la Alternativa Democrática sería menor al 4,53% puesto que no todos los ricos tienen edad para votar.
Sin embargo en la pasada elección del 7 de Octubre Henrique Capriles, candidato de la Alternativa Democrática obtuvo el 44% de los votos. Incluso aún si sumamos al sector “A”, el sector “B” correspondiente a la clase media alta, no sumariamos más que el 18,10% de la población.
Otro importante dato al que quiero referirme es la votación de una de las parroquias de la ciudad de Caracas como lo es la Parroquia Petare, zona muy popular (prácticamente todos sus habitantes pertenecen a los sectores D y E) y que es posiblemente el barrio más grande de toda Venezuela. Allí la votación fue 53,25% para Henrique Capriles y 46,23% para Hugo Chávez.
Este par de cifras nos indican que el proceso político que vive Venezuela y la distribución de la votación entre las opciones electorales representadas por la Alternativa Democrática que adversa al presidente Chávez y el llamado Polo Patriótico que le acompaña no tiene nada que ver con una lucha de clases, aunque es cierto que una parte de los sectores más populares de la población se identifica con la propuesta política del presidente.
Parece que el tema pasa más por una evaluación de la gestión de gobierno, luego de 14 años de Chávez en el poder, que por una polarización social en la lucha política.
La segunda idea a mi entender falsa a la que quisiera referirme tiene que ver con la supuesta batalla ideológica entre “derecha” e “izquierda” como foco de la polarización política que vive Venezuela. Para ello lo primero que debo decir es que en Venezuela todo el que ha ganado una elección presidencial lo ha hecho desde una propuesta de centro-izquierda, y eso seguirá siendo así mientras la sociedad venezolana tenga la composición que comentamos previamente en cuanto a estratos sociales.
Un país donde los sectores C+D+E representan más del 80% de la población, y donde los sectores D+E que son las personas que se encuentran en algún grado de pobreza representan más del 40% de la población obviamente demandan una batería de programas sociales y apoyos para mitigar la exclusión y la desigualdad, y estás políticas suelen ser propias de la socialdemocracia o de la centro-izquierda, aunque no de su uso exclusivo.
Por otro lado ha sido analizado por muchos sociólogos ese pensamiento muy arraigado en la sociedad venezolana (incluyendo la clase política) de ver al estado como gran distribuidor de la riqueza petrolera, en una economía altamente rentista y donde sería realmente muy complejo “vender” políticas de corte más liberal.
Luego, en estricto sentido más político, en la MUD se encuentran representados todos los partidos políticos venezolanos que pertenecen a la Internacional Socialista, así como figuras históricas de la izquierda venezolana como Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez o Gabriel Puerta Aponte.
Chávez y su movimiento político efectivamente no es la izquierda venezolana o por lo menos no lo es toda. Existe una izquierda progresista con perfil moderno que ve en Hugo Chávez las características del típico caudillo latinoamericano, posiblemente el último gran caudillo latinoamericano que se ha colado al siglo XXI cuando pensábamos que este fenómeno del caudillismo moriría junto con el siglo XX.
Esta izquierda progresista ha entendido las consecuencias del neoliberalismo y su políticas, expresadas en las llamadas políticas económicas del consejo de Washington que fracasaron en su aplicación en América Latina a final de la década de los 80’s y principios de los 90’s.
Rescata de dichas políticas aquellas que son convenientes a la estabilización de la economía como por ejemplo la disciplina fiscal, con la intención de disminuir el ratio Deuda/PIB y así evitar que la deuda pública se convierta en una fuente básica de trastornos macroeconómicos en forma de inflación, desequilibrios en la balanza de pagos y evasión de capitales.
Pero también ha entendido esta izquierda progresista que no hay hasta ahora una mejor forma de crear bienes y servicios que el mercado económico mundial y que las economías de planificación central sufrieron un fracaso tan o más estruendoso que aquellas que aplicaron el modelo neoliberal.
Entiende que no puede persistir ese mito marxista de que es posible hacer economía exitosa sin productividad y sin éxito empresarial.
Por ello apuesta a no hostigar al sector privado de la economía sino a trabajar con él, entiende que de nada sirve un estado administrando hoteles, supermercados, líneas aéreas, si luego el dinero no alcanza para desarrollar un sistema educativo eficiente o un sistema de seguridad social que garantice la prestación de salud a los ciudadanos en unos niveles óptimos.
De nada sirve estatizar sectores de la economía si ello no garantiza un estado de bienestar propio de los ingentes ingresos de un país como Venezuela.
El punto ya no es discutir sobre si deben aplicarse programas sociales o no, sino como aplicarlos de manera más eficiente y sobre todo que no se conviertan en una manera de subyugar a las clases sociales más vulnerables a una parcialidad política o a determinado gobierno. En este sentido va el programa presentado por Henrique Capriles y en este sentido la izquierda progresista venezolana entiende y conceptualiza un modelo alternativo al modelo que plantea Hugo Chávez.
Por cierto tampoco se está inventando el agua tibia, son políticas que ya han aplicado e interpretado las administraciones de Lula, Dilma Rousseff, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, por solo nombrar algunos.
carlosrodriguez@dialogopolitico.net