LO QUE MAL COMIENZA… MAL TERMINA


Por Sergio Aldana Gaona

Santos cayó en la trampa montada por el socialismo del siglo XXI y cristalizada con la Unidad Nacional.  

Las democracias sólidas, en cualquier lugar del planeta, son aquellas donde los partidos o movimientos identificados con un candidato con programa previamente definido ganando las elecciones gobiernan fiel al mandato de sus electores, con los suyos y con los que están totalmente identificados y comprometidos con unas propuestas que lograron conquistar las mayorías y que como es obvio es lo menos que se puede esperar.

Los perdedores, perdedores son y deben estar a la expectativa de los acontecimientos, vigilando y haciendo oposición constructiva o conservando su total independencia de análisis y de crítica para denunciar sin temor alguno los actos de corrupción o incumplimiento de lo prometido. Igualmente los perdedores deben estar siempre presentes para ser alternativa de poder en caso que el gobierno de turno sea descalificado por sus pobres resultados. De esta manera se premia y se reelige a los que hacen bien la tarea y se les castiga perdiendo el poder a los que incumplen.

Aquel mayo del 2010, días antes de las elecciones en un debate de los aspirantes a la presidencia, cuando todo el país era consciente y las encuestas mostraban un triunfo contundente del uribismo, se le ocurrió a Juan Manuel Santos ofrecer un gobierno de unidad nacional.

En la primera vuelta Santos obtiene el 47%, seguido por el profesor Antanas Mockus con un 21%,  Vargas Lleras 10%, Gustavo Petro 9%, Noemí Sanín 6% y Rafael Pardo 4.3 %. En la segunda vuelta nueve millones de votos confirmaron el triunfo de Juan Manuel Santos por inmensa mayoría 69% y  27% para Antanas Mockus.

Los resultados anteriores aseguraban la gobernabilidad y la posibilidad irrenunciable de gobernar con los mejores y con los que trabajaron para lograr el objetivo de obtener la presidencia. Sin embargo, hoy los que gobiernan son los derrotados electoralmente.

Pero copiando un modelo que utilizó Rafael Caldera en Venezuela en su segundo mandato (1994 – 1999) renunciando a su partido Copey, que fundó, creo un movimiento de unidad nacional más conocido como “el Chiripero” así se le dice a las cucarachas en Venezuela. Esto le permitió ganar las elecciones y conformó su equipo de gobierno con adecos, copeyanos, exguerrilleros, excomunistas y algunos intelectuales como el tan recordado Dr. Miguel Ángel Burelli Rivas. Cumplió su promesa electoral que luego la lloró hasta el día de su muerte, de sacar de la cárcel e indultar al Teniente Coronel Hugo Rafael Chávez Frías. Pasaron dos años y luego de apoderarse cada sector de un pedazo de la torta administrativa y del presupuesto nacional, inició el caos, la anarquía y las renuncias de los “camaleones” que poco a poco formaron la autopista para que aterrizara en 1999 y de qué manera el indultado comandante Chávez como Presidente de Venezuela.

Cualquier parecido en Colombia es pura coincidencia. La unidad nacional es posible quizás en otro planeta, menos en el nuestro, y mucho menos en Colombia, donde los líderes por unas minucias venden sus ideas y cambian de equipo como cualquier futbolista. Cómo es posible invitar a compartir la gerencia de la principal empresa del país a fervientes opositores que hasta el último momento de las elecciones se oponían y estaban en su derecho, a la decisión de la mayoría de los colombianos. La unidad nacional es sinónimo de clientelismo, seguido de burocracia, corrupción y de unas instituciones como el Congreso que aprueba a las carreras todo aquello que en principio no se le ve cómo puede prosperar, pero que gracias a la “disciplina” de la unidad se renuncia a la libertad de pensamiento y de principios. Por eso el país observó que unos días después de haber aprobado por inmensa mayoría las “Regalías” varios despertaron de su insomnio y criticaron al verse afectados. Ni hablar de la aprobación del presupuesto que en un acto vergonzoso para el país el Ministro repartió como él lo dijo “la mermelada en toda la tostada”, olvidando que tal vez allí en el Congreso y en el alto gobierno si comen tostadas pero que la inmensa mayoría del pueblo colombiano comemos arepa o pan, lo de tostada poco, y menos mermelada.

No se habla ya de la Ley de Tierras y ni de la reparación de las victimas por lo inviable en su aplicación y falta de  presupuesto. El Marco Jurídico para La Paz se aprobó sin digerir y deja reflexiones: sí el presidente asegura que no ha tenido conversaciones con la “guerrilla”, ¿por qué el país antes de negociar se baja los pantalones y ya crea un escenario de impunidad? ¿Se va a negociar con guerrilleros? ¿Acaso existe en el país algún guerrillero con ideales políticos? O, ¿se va a negociar con el principal cartel de la droga y grupo terrorista que por décadas ha hecho tanto daño a lo largo y ancho del país? Si no se ofrece impunidad, ¿creen que Timochenko, Iván Márquez y compañía van a aceptar el pago en las cárceles colombianas por los delitos de lesa humanidad? Desde luego que todos queremos la paz, y es lo que más deseamos para dejar un país diferente a nuestros hijos y nietos, ¿pero de qué manera y cómo? Primero analicemos de cara al país estos y otros puntos pues para negociar se necesitan dos, y uno siempre ha querido, y a los bandidos jamás les ha llamado la atención, a no ser para fortalecerse como sucedió en el Caguan, porque sencillamente no van a renunciar para pagar largas condenas y menos dejar el lucrativo negocio de su empresa criminal. Siempre que los gobiernos han dado alguna muestra de querer, ellos reaccionan con carros bombas y ataques a nuestras fuerzas armadas, o lo ocurrido con el vil y cobarde atentado contra el exministro doctor Fernando Londoño Hoyos. Hasta el más humilde colombiano y con todos los antecedentes de los días previos, donde la policía contaba con valiosa información de los actos terroristas que se preparaban para ese día en Bogotá y otras ciudades se concluye que tiene nombre y autoría propia: las FARC. Muy rápido salió el presidente a hablar sobre los responsables del atentado y dejar el país, como siempre viene haciendo, dividido.

Qué vergonzoso es aceptar que el primer carro encontrado por la Policía, con terrorista de las FARC abordo, sí correspondía a las FARC. Claro que sabe el señor presidente los grandes daños que hubiera ocasionado si explota el vehículo cargado con grandes cantidades de explosivos de gran poder de destrucción, pero eso no fue suficiente para condenar el ataque. Silenció al Comandante de la Policía de Bogotá quién denunció y confirmó los hechos a las FARC. Tampoco es suficiente la arremetida y ataques diarios de las FARC y, en el momento que escribo esta nota, acaban de asesinar a doce militares a doscientos metros de la frontera de La Guajira con Venezuela, y los terroristas de inmediato huyeron al otro lado. Nos conto por televisión que hablo dos veces con el Comandante Chávez y una vez más le creyó y seguramente nos va a entregar dos o tres guerrilleros de tercera y el cantante de las Farc y los demás como Márquez, Timochenko, Gabino, Antonio García. Pablo Beltrán y compañía, silencio total porque, de pronto, su nuevo mejor amigo se molesta. Tampoco es suficiente el secuestro de once niños entre los trece y catorce años de edad en una escuela del Putumayo para obligarlos a incorporarse a las filas de la FARC; nadie lo condena y menos el gobierno. Sólo aparece en las páginas de los periódicos o en la radio, al servicio del presidente, como una noticia de tercera. ¡Qué vergüenza!

Una vez más engañados, y lo más grave es que el presidente Santos cayó en la trampa montada por el socialismo del siglo XXI y cristalizada con la Unidad Nacional. Vamos construyendo, y esta si se está formando en tiempo record, la autopista para que, como sucedió en Venezuela, muy pronto nos ganemos el Chávez colombiano, o la Chávez colombiana que a propósito estreno espacio televisivo “causa justa” en Telesur el canal al servicio de Chávez y de los grupos terroristas para atacar al gobierno y a las instituciones de Colombia. Será posible un comunicado del Gobierno Colombiano exigiendo respeto.

Esperamos que la impunidad y los indultos y suspensiones de penas no nos pongan a llorar a todo un país como sucedió con la decisión de un hombre brillante como  Rafael Caldera pero que cometió el error más grande de su vida. Si el Presidente Santos no reconsidera y decide continuar el camino de la traición y la deslealtad con sus electores y sus propias convicciones como periodista y ministro, pasará a la historia como un presidente inepto y el peor de la historia de Colombia.

Sergio Aldana Gaona

Un comentario en “LO QUE MAL COMIENZA… MAL TERMINA”

  1. chavez no quiere ni a la madre, solo quiere el dinero, porque es un corrupto, sinverguenza, sin moral, que está esperando la justicia divina porque en venezuela no la hay y el está pagando poco a poco lo que jha hecho y su muerte no es suficiente para pagar todo lo que debe

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