Por Carlos Ernesto Rodríguez
Arduo defensor de los derechos de los campesinos, de los obreros, de las personas humildes. Quizás influenciado por la Teología de la liberación, habló muchas veces de la opción preferencial por los pobres
El final de la Segunda Guerra Mundial condujo con el paso de los años a la lucha entre dos grandes potencias, por un lado los EEUU y por otro la URSS.
El desarrollo de la carrera armamentista hizo que estas dos superpotencias no se enfrentaran de manera directa, puesto que el desarrollo de las armas nucleares entre otras armas de destrucción masiva garantizaban la destrucción mutua a la URSS y a los EEUU (y con ellos a la totalidad de la especie humana). Así el mundo se adentró en la llamada “Guerra Fría”.
La Guerra Fría se peleó entonces en otras regiones, generalmente en las naciones en desarrollo, que de alguna manera u otra se vieron en la necesidad de alinearse con uno u otro de los actores principales.
América Latina vivió muy de cerca esta realidad, por un lado por la cercanía de los EEUU y su intervención continua a favor o en contra de gobiernos en la región, apoyando en muchos casos a gobernantes militares que garantizaban por medio del uso de la fuerza y de la represión que los movimientos de izquierda, en muchos casos apoyados y financiados por la URSS no tomaran el poder. Las dictaduras de Augusto Pinochet y el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” Argentino son dos buenos ejemplos.
Pero por otro lado vivimos también en Latinoamérica la aparición de movimientos guerrilleros de corte marxista, que en muchos casos utilizaron la lucha armada como método que les permitiera tomar el poder, entre ellos podemos nombrar al movimiento Sandinista en Nicaragua, el FMLN en El Salvador y por supuesto el M-19, ELN y las FARC en Colombia.
Estas diferencias ideológicas separaron durante la Guerra Fría a buena parte de las sociedades latinoamericanas.
Dentro de este escenario de grandes diferencias ideológicas es posible rescatar una figura inmensa, en donde todos los latinoamericanos podemos coincidir independientemente de nuestra ideología y es a través del análisis de su figura y sobre todo de su mensaje donde podemos darnos cuenta que hoy más que nunca hay motivos y sobre todo razones para dejar de lado las ideologías y enfocarnos en la resolución de los grandes problemas que aquejan a la región, como la desigualdad social, la violencia, el narcotráfico, la falta de seguridad jurídica.
Me refiero a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, sacerdote Salvadoreño, Arzobispo de San Salvador y quien fue asesinado en 1980.
Monseñor Romero, fue un arduo defensor de los derechos de los campesinos, de los obreros, de las personas humildes. Quizás influenciado por la Teología de la liberación, habló muchas veces de la opción preferencial por los pobres.
Denunció con fuerza también los atropellos que cometía el régimen militar que gobernaba El Salvador contra la población civil, la desaparición forzada de personas, la tortura, entre muchos otros abusos. Tampoco fue indiferente a los abusos cometidos por los grupos armados de izquierda, que en el uso de la violencia para la toma del poder político cometieron también graves violaciones a los derechos humanos.
En uno de sus mensajes lanzó un mensaje claro a los grupos armados instándolos a finalizar con la violencia:
“La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.”
Fueron estas denuncias y su oposición al uso de la violencia y la represión como métodos para el logro de objetivos políticos las que provocaron su asesinato el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba una misa.
Hoy, a más de 30 años de su desaparición física el ejemplo de Monseñor Romero no debe dejar indiferente a ningún habitante de la región.
Para aquellos que ven la vida con matiz religioso, Monseñor Oscar Arnulfo Romero representa la figura de un hombre entregado a la fe y a la divulgación de la palabra de Dios, quien utilizaba estas herramientas en la búsqueda de una vida más justa, pero sobre todo apegada a los valores cristianos, al perdón y al amor al prójimo.
Y para aquellos que no poseen creencias religiosas Romero representa la imagen de un luchador social, preocupado por la exclusión, la pobreza y abandono en el que se encontraba buena parte de las capas más vulnerables de la sociedad. Empeñado en mejorar las condiciones de vida de los más pobres.
Es a través del mensaje de Monseñor Romero y sobre todo por medio de su ejemplo donde podemos darnos cuenta que la solución de los problemas que hoy castigan a buena parte de los países latinoamericanos deben ser una causa común, más allá de las ideologías, que al final solo nos deben hacer diferir en el método para resolver estos problemas pero no en la intención de resolverlos.
Pongamos en la mira del mensaje político soluciones verdaderas a problemas tan graves como el tráfico y consumo de drogas, la violencia, la corrupción y la violación de los DDHH, por solo nombrar algunos.
Que la mejora en los servicios de educación y salud pública sean los medios para mejorar las condiciones de vida de todos los latinoamericanos y que a través de ellos se pueda disminuir los índices de desigualdad que nos colocan hoy como una de las regiones más desiguales del mundo.
Sirva el ejemplo de Oscar Arnulfo Romero para ello.
carlosrodriguez@dialogopolitico.net
Que buen artículo, Lo más importante es resolver los problemas por encima de la política… Te felicito esa es la verdadera solución…