PETRÓLEO , PDVSA Y LA VENEZUELA DEL CAMBIO


 Por Jonathan Planchart Lehrmann

Breve reseña histórica de lo que fue, de lo que es, y lo que podría ser lo que algunos han llamado la «Venezuela saudita».

Mucho se ha escrito sobre el papel que ha jugado el petróleo desde su descubrimiento en Venezuela, hace al menos un poco más de 100 años, cuando en 1.875, empieza a emanar generosamente en la hacienda La Alquitrana en el estado Táchira, luego de un terremoto que tuvo lugar en ese lugar en ese entonces. Posteriormente en 1.914, el pozo Zumaque I se convierte en precursor de la explotación de hidrocarburos en el Lago de Maracaibo, para luego dar paso al reventón del Pozo El Barroso II el 22 de diciembre de 1.922, el cual marca el inicio del potencial petrolero del país, hecho ocurrido en el Campo La Rosa, Cabimas, estado Zulia. Para 1.922, Venezuela ya era el segundo país que más petróleo exportaba a los Estados Unidos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los campos petroleros de Venezuela aportaban más del 60 % del combustible necesario para los aliados. En 1.943, se promulga la nueva Ley de Hidrocarburos, la cual renueva por 40 años más, las concesiones petroleras existentes, principalmente a compañías norteamericanas: La Standard Oil, la Sinclair Oil Refinning, La Creole y la británica Shell, principalmente. Se cuentan 4 grandes cuencas de exploración y explotación, a saber: La Maracaibo-Falcón, con 67.000 km2; la Oriental, con 150.000 km2; la Tuy-Cariaco, de 18.000 km2; la Apure-Barinas, con 87.000 km2, y la Faja petrolífera del Orinoco, con 45.000 km2 aproximadamente de superficie. Es así como el estado venezolano descansa sobre un mar de petróleo.

El oro negro ha sido sin duda un factor de vital importancia en el desarrollo del país; antes de su explotación, Venezuela era un país básicamente rural, desde los años 30 en adelante, se ha transformado paulatinamente en una nación con mayor concentración poblacional urbana, principalmente Caracas y las ciudades costeras, porteñas y petroleras, tal es el caso de Maracaibo, Cabimas, Costa Oriental del Lago, Valencia, así como las que se encuentran en torno al eje oriental como Puerto La Cruz, Maturín, Anaco, El Tigre, Barcelona, etc., en las que el factor petrolero ha incidido directamente en su crecimiento demográfico. Atrás quedó la Venezuela del conuco y de los pueblos relatados en Doña Bárbara y Casas Muertas, siendo que, aunque aún subsisten, ya no concentran la mayoría de la población como ahora ocurre en nuestras urbes, las cuales, vale decir, han presentado un crecimiento irregular, desordenado y poco planificado que han originado en la mayoría de los casos, grandes cinturones de miseria producto justamente de este éxodo petrolero-campesino a las ciudades en búsqueda de mejores condiciones de vida.

Sin el petróleo, tal vez Venezuela fuese el país más pobre de Latinoamérica, y esto es una posibilidad muy real toda vez que nuestro país, luego de la independencia de España, no paró de verse acechado por revueltas y guerras conducidas por los militares que, desde Páez, se disputaron y alternaron en el poder hasta la muerte del último gran caudillo, como lo fue Juan Vicente Gómez, el 17 de diciembre de 1.935, fecha en que, a decir de muchos historiadores, con todo y petróleo, apenas entramos en el siglo XX. Así de atrasado sería este país en aquél entonces. A la mayoría de esos gobernantes ciertamente no les importaba  el país en lo más mínimo, ocupándose exclusivamente de las prebendas personales y mantenerse en el poder.

Mas tarde, con López Contreras y Medina Angarita se inicia un período de transición el cual fue truncado nuevamente por el triunvirato comandado por los militares Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, el cual dio inicio a la modernización de la nación sobre todo durante los 5 años en que estuvo al frente el General Pérez Jiménez. Caído el dictador, el 23 de enero de 1.958, se abre paso la era democrática en el cual los gobiernos de turno usaron y abusaron del recurso petrolero de forma dócil hasta que, en 1.975, se proclama la Ley que Reserva al estado, la Industria y Comercio de los Hidrocarburos, la mal llamada Nacionalización de la Industria Petrolera. Se crea Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima, PDVSA, empresa propiedad del estado la cual, a través de Ministerio de Energía y Minas, se convertiría a la postre en uno de los mayores holdings petroleros del globo, estando entre las que cuentan las mayores reservas probadas del oro negro a nivel mundial.

Gracias al petróleo, un país pobre en términos de desarrollo industrial, comercial, agrícola y de infraestructura, se convierte en un estado estratégico desde el punto de vista de la geopolítica internacional, por su evidente rol clave de país suplidor de energía. Por iniciativa de Venezuela se funda el cartel de países exportadores de petróleo, la OPEP, el cual afianzó el papel protagónico mundial en escenarios internacionales de toda índole. Sin embargo, a nivel interno, los venezolanos padecemos de las angustias que implica ser una nación monoproductora, el cual debe la mayor parte de sus ingresos a su factura petrolera; a depender de la inestabilidad y volatilidad de los precios del crudo en el mercado internacional, a convivir con el mesianismo de los gobernantes de turno que han usado el recurso petrolero como arma política, a veces de chantaje, otras de compra de voluntades políticas internacionales, a la corrupción asociada con los negocios petroleros y a la injusta distribución de esta riqueza, lo que se manifiesta patéticamente en los ranchos en que vive un altísimo porcentaje de venezolanos, la escasez de servicios públicos y la ostentación en que viven quienes tienen o han tenido la suerte de vivir arrimados al poder político.

La explotación petrolera nos ha convertido en un país ficticio, en el cual el venezolano, en una época pensaba que vivía en país rico, lo cual no es cierto, toda vez que la gran mayoría de los venezolanos subsiste en condiciones de pobreza, en ranchos insalubres, con hospitales en el suelo, con vías de comunicación llenas de huecos, con escuelas y liceos que daría vergüenza compararlos con los de otros países latinoamericanos, por no decir estadounidenses y europeos; un país en el cual el transporte público simple y llanamente es también una vergüenza, donde el sistema penitenciario es lo más parecido al infierno en la tierra, donde el Poder Judicial no responde a las necesidades de la gente, donde no se trata el agua contaminada que va a parar a nuestros ríos, playas y lagos; un país donde un minúsculo grupúsculo se ha enriquecido en torno al poder político petrolero y que posee más divisas depositadas en bancos extranjeros que el monto de la Reservas Internacionales de la República; un estado donde desde el desventurado Viernes Negro, no ha logrado frenar o contener la inflación asociada a la economía de puertos y baja producción interna de bienes y servicios, puesto que resulta más sencillo importar que producir. Esa es la verdadera república petrolera que nos han vendido nuestros gobernantes desde hace más de 70 años, y esa, en mi humilde criterio, es a la que hay que combatir con firmeza.

El petróleo, en verdad, no sólo no nos ha vuelto ricos, en cambio, nos ha vuelto inútiles. Hemos decidido (mejor dicho, nuestros gobernantes han decidido) que es mejor importar que producir, que con el dinero del petróleo todo se arregla, que alcanza para todo, que para qué tener empresarios sólidos cuando podemos traer de todo, pagar nóminas, mantener hospitales, escuelas, cárceles y de paso ayudar a otros países pobres, el petróleo da para todo, hasta para rescatar las empresas del estado, financiar bancos quebrados del estado, el sistema metro, la construcción de viviendas, pago de salarios de funcionarios públicos, comprar armas, comida en el extranjero, comprar un puesto en la Formula 1, etc. ¿Para qué producir?

Visto así, ¿Para qué queremos petróleo? Más vale que nunca hubiésemos descubierto oro negro por estas tierras. A lo mejor hubiésemos sido el país más pobre de Latinoamérica, a lo mejor no. Fijémonos en el caso de Uruguay, Chile, la misma Argentina, por citar unos ejemplos, Colombia, que sin ser ejemplos de producción petrolero hoy por hoy nos llevan una visible ventaja, en cuando a servicios públicos, diversificación de la economía, salud, infraestructura, etc. A lo mejor, de no existir esa “gallina de los huevos de oro” que es el petróleo y a la postre PDVSA, nuestros políticos no se hubieran lanzado a conquistar el poder seducidos por el anzuelo de esa gallina dorada y se hubiesen esforzado en desarrollar el campo, la industria y el comercio, y fuésemos hoy por hoy una sociedad más justa y equitativa, sin vaivenes bruscos en el PIB anual ni endeudamientos faraónicos que no se han traducido en mejoras en calidad de vida del venezolano pero que sí ha servido para que algunos se llenasen las alforjas en corto tiempo.

Pero seamos realistas, Venezuela es un país petrolero, y lo seguirá siendo por muchos años más. Pero lo que no debe seguir siendo es una república rentista, monoproductora y dependiente de la exportación del hidrocarburo. Además, no puede permitirse seguir siéndolo en el mediano-largo plazo, principalmente por razones de índole técnica y ecológica y económica.

Para nadie es hoy un secreto que el petróleo se ha convertido, junto con el carbón, en los grandes villanos del medio ambiente. Las naciones del mundo desarrollado, Europa principalmente y Japón, así como los mismos EE.UU., hoy día invierten significativamente en la búsqueda de nuevas tecnologías en materia de energía mucho más armónicas con el medio ambiente de lo que puede ser el petróleo: Energía solar, eólica, geotérmica, híbrida, hidrógeno, son las bases para la nueva revolución energética a escala global. Carros híbridos, autos eléctricos, centrales solares, eólicas, geotérmicas, transporte impulsado con hidrógeno, emisión “zero” es la consigna, con algunos de los prototipos en nuevas tecnologías esperando abaratar los costos de producción para inundar el mercado. Los altos costos de los hidrocarburos rubrican esta tendencia.

Por estas razones, Venezuela no debe esperar, como en el siglo pasado, entrar de último al siglo XXI. Para ello, PDVSA debe reestructurarse. ¿Y cómo?

En primer lugar, PDVSA debe dejar de ser la gallinita de los huevos de oro; esto se lograría desestatizando la industria, toda vez que aquí no hubo una nacionalización sino una estatización. El venezolano jamás ha sido dueño el petróleo, a diferencia del estado venezolano, que lo ha administrado según la óptica del partido de gobierno de turno. PDVSA entonces, debe abrirse a los pequeños y medianos inversionistas, principalmente venezolanos, pero también extranjeros. El estado venezolano debe dejar de ser propietario del 100 % de las acciones de PDVSA. Esto le quitaría, por un lado, el perverso deseo del transitorio gobernante mesiánico de usarla para sus caprichos personales y como caja chica del partido. Es una decisión inaplazable. El estado debe lanzar una OPA (Oferta Pública de Acciones) del 49 % de las acciones de PDVSA, entregando al menos un 25 %, ley mediante, en propiedad a los venezolanos a través de la Bolsa de Valores, como en un pasado se hizo con las acciones de CANTV, en donde podría adjudicarse a cambio de pasivos laborales con el estado. El restante 24 %, podría estar abierto a inversionistas foráneos y locales, (es una formula a debatir).

En segundo lugar, PDVSA debe transformarse, en lugar de ser una empresa petrolera en una Empresa Energética, donde su razón de ser sea el desarrollo de todo tipo de energía, incluyendo, por supuesto, las energías renovables y alternativas, como solar, eólica, geotérmica, hidrógeno, híbrida, eléctrica, etc., de cara a la nueva realidad del siglo XXI.

En tercer lugar, los programas sociales que maneja el gobierno actual a través de PDVSA, deben ser transferidos a los gobiernos central, regional y municipal.

En cuarto lugar, el presidente de PDVSA no lo va a designar el Ministro de Energía y Petróleo sino que lo va a elegir la Asamblea de Accionistas de la empresa, la cual, por su composición accionario quedará, mayoritariamente, en manos del estado venezolano, quien preservará el 51 % de las acciones de la misma. Con el producto de la venta del 49 % de las acciones de la empresa, el estado podrá pagar la deuda externa.

La producción petrolera deberá ubicarse en los mismos niveles de la actualidad, de 2,5 millones de barriles diarios. Internamente, se deberá ajustar el precio de la gasolina de 95 octanos a niveles de no producir a pérdida, subsidiando el transporte público. Los programas sociales deberán ser transferidos al Gobierno, dejando a la industria si razón de ser: El negocio energético integral, por encima del petrolero y gasífero. Asimismo, deberán revisarse los acuerdos desventajosos para la República e instituirse por ley, la comercialización de vehículos híbridos a partir del 2.014.

Una visión radical pero posible, de lo que debería ser nuestra principal industria.

jonathanplanchart@dialogopolitico.net

Escúchelo aquí: 

6 opiniones en “PETRÓLEO , PDVSA Y LA VENEZUELA DEL CAMBIO”

  1. Creo que estas soñando, o piensas que tienes la solución en tus manos, las cosas no son así como las pintas, el petroleo esta hipotecado, y no sale tyan facilmente, se necesita tecnología de los paises desarrollados.

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