Por Carlos Pérez Llana,
Fuente: http://www.elclarin.com
Se termina por este año el ciclo de elecciones y hay nuevas categorías para definir regímenes políticos y modos de integración. 2011 será clave para consolidar estos cambios.
Concluido el calendario electoral del 2010, es posible ensayar una nueva lectura política que vaya más allá de las tipologías utilizadas en los inicios de la década del 2000, una grilla donde se clasificaba en base a modelos políticos: “chavismo”(Venezuela, Ecuador, Bolivia); gobiernos “socialdemócratas” (Brasil, Chile, Uruguay, Perú); conservadorismo (Colombia) y las “singularidades” (Argentina y Paraguay).
Simultáneamente, en función de las políticas exteriores, se aludía a gobiernos pro y anti ALBA/ALCA y se establecían homogeneidades y diferencias en torno a cómo actuaban los países en los esquemas de integración económica (Mercosur y CAN) y de cooperación política como UNASUR. Como pronto se advirtió, en muchos casos era más densa la agenda global que la regional . Así Chile ensayó una inserción externa apoyada en su diplomacia comercial y Brasil aspiró a jugar en “las grandes ligas”, a través de su membresía BRIC y de su perfil “emergente”.
Analizando los resultados electorales, rápidamente se destaca un común denominador: los presidentes se eligen en la segunda vuelta.
Así ocurrió en Uruguay, Colombia, Chile y Brasil. Esto supone, entre otras cosas, que las sociedades tienden a limitar poder y no están dispuestas a ceder sus derechos a liderazgos esclarecidos ni iluminados . Luego de un complejo aprendizaje, existe una certeza: menor concentración de poder en el Ejecutivo equivale a más libertades y mayor transparencia.
Y si bien en Venezuela las elecciones fueron legislativas, allí la oposición renació y es el caso paradigmático de limitación al poder autoritario-populista.
El nuevo mapa político no es ajeno a episodios que modificaron el discurso y la práctica política.
El imaginario progresista decididamente resultó afectado por el reconocimiento público, e inesperado, del propio Fidel Castro: “el modelo cubano no se exporta porque ya no sirve”. Advirtiendo que la isla importa más del 80% de los alimentos que consume -incluido en algunos años el azúcar-, que sobrevive gracias al petróleo venezolano, que la gestión del Estado está en manos de los militares y que debe expulsar del empleo público a medio millón de cubanos, resulta comprensible el shock que esto produce en esas franjas que supieron modelar la agenda ideológica de la región desde los 60.
En paralelo, el fracaso de Chávez se grafica en las urnas, en la inflación y en las cifras de criminalidad que están demostrando que el Estado ha perdido el monopolio de la fuerza, circunstancia que seguramente se verá agravada cuando los sectores en retirada de las FARC colombianas ensayen su reconversión en Venezuela, concentrándose en actividades ilegales. El colapso de las FARC trasciende a la constelación neocastrista.
En efecto, cuando el presidente Alvaro Uribe fracasó en su tercera reelección, quedó abierto un escenario político donde el presidente Juan Manuel Santos puede cerrar el capítulo de la guerrilla, permitiéndole a Colombia concentrarse en una agenda económica promisoria, capaz de modificar el ranking económico sudamericano . Obviamente, este escenario se vería facilitado si se consolida la distensión entre Caracas y Bogotá. De ser así, el modelo conservador colombiano habría mutado internamente favorecido por una inserción internacional más lograda, despojada del peso de la violencia y de la alianza con los Estados Unidos.
El 2011 será decisivo para Sudamérica, en orden al mapa político interno y a la inserción internacional.
En el Perú se pondrá en juego un modelo económico que no ha sido capaz de armar una “fórmula política”. En tal sentido las elecciones municipales del 2010, donde triunfaron fuerzas regionales, dejaron armado un escenario de final abierto.
En el caso de la Argentina, las elecciones impactarán sobre la naturaleza del modelo político (populismo versus democracia republicana) y reactualizarán el debate acerca de la reinserción internacional del país y del futuro del Mercosur. La resolución de los dilemas “mercosureños”, depende de Brasil y Argentina.
Ahora bien, esa voluntad está asociada a una realidad no asumida: la asimetría de poder, político y económico, establecida entre ambos países, modifica las bases de los compromisos asumidos en los 80 y obliga a revisar en profundidad la relación bilateral . En la gestión Lula, Brasil no cuestionó la existencia del Mercosur, puesto que Brasilia lo necesitaba como un “multiplicador de poder”. En otras palabras, utilizó el liderazgo regional para incrementar su capacidad de negociación política global . Económicamente le importó menos y para sectores brasileños la Argentina resulta una escollo (por ejemplo, en las negociaciones OMC y en el diálogo con la Unión Europea).
Por lo demás, en esta campaña el candidato José Serra propuso sustituir la actual Unión Aduanera por una Zona de Libre Comercio. Sin Lula, la “política exterior de prestigio”-que giró en torno a la biografía del Presidente- probablemente será revisada y la Argentina, con un liderazgo político renovado, tendrá allí una posibilidad . Desafortunadamente concurriremos a esa cita afectados por ladeteriorada imagen que concitamos en el vecindario , concretamente en Chile y Uruguay.
Fuente: http://www.elclarin.com