Por Jonathan Planchart Lehrmann.
Desde mediados del año pasado, los venezolanos del interior han venido experimentando sistemáticamente un fenómeno atípico en este país: Los cortes de luz o apagones. Asímismo varias regiones, incluida la Capital, han quedado sin energía eléctrica de manera abrupta, por varias horas, ocasionando un inevitable caos: Personas atrapadas en el subterráneo, en ascensores, atascamientos, etc. Estos grandes e imprevistos apagones que han afectado a Caracas y otras regiones, también atípicos por su frecuencia, casualmente han ocurrido luego de la estatización de varias empresas prestadoras del servicio eléctrico, entre ellas La Electricidad de Caracas, C.A.; sin embargo, la causa oficial del apagón ha sido un hecho muy grave: Fallas en la Central Hidroeléctrica del Guri y del Sistema Interconectado Nacional. El fantasma de otra crisis, la crisis eléctrica ha llegado y al parecer para quedarse por un buen tiempo.
Así las cosas, el gobierno admite que existen una serie de irregularidades, entre ellas la sequía inusual que afecta el embalse de Guri ocasionada por el fenómeno meteorológico de “El Niño”. También dice el gobierno para justificar los cortes, que en algunos casos han llegado a durar hasta 8 horas seguidas en el interior, según reportan las notas de prensa que, además de El Niño, la culpa es de la Cuarta República, y que estos cortes son totalmente justificados toda vez que si no se hacen, podría llegar a colapsar el sistema eléctrico nacional en pocos meses, y que a medida que empiece a llover, a mediados de mayo, Dios mediante, los cortes podrán hacerse de forma menos severa.
La verdad yo no doy crédito en este tema a la postura del gobierno, en primer lugar porque no tiene razón en prácticamente ninguna de sus excusas.
Si bien el aproximadamente 65 % de la electricidad que se consume en Venezuela es originada en las centrales hidroeléctricas ubicadas en el alto Caroní, el hecho que la cota de los embalses, especialmente el del Guri, esté en condición de alerta, sin embargo hay que destacar que solamente en esa represa aproximadamente la mitad de sus turbinas están inoperantes, por lo que la misma está trabajando a media máquina, aún con el embalse full, así que aunque llueva, no se soluciona este problema mientras no se cambien o reparen las turbinas que están fuera de servicio.
Por otro lado, en el país existen una serie de centrales termoeléctricas importantes que están prácticamente fuera de servicio, como es el caso de “Planta Centro”. Además de esta situación, el sistema distribuidor de energía eléctrica está muy descuidado, no se le han hecho las respectivas inversiones para su mantenimiento. También está el problema de las tomas ilegales y las tarifas eléctricas están congeladas.
En 11 años de revolución no se ha culminado ninguna nueva central termoeléctrica o hidroeléctrica, a pesar de haberse iniciado alguna, por lo que contamos con los mismos MegaWatios (MW) heredados de la Cuarta República. Con todo lo criticable que pudo ser la democracia puntofijista, cuando la revolución chavista asumió el poder se dio el lujo, y muy a pesar de las críticas totalmente justificadas de grupos indígenas y ecologistas, de acometer un tendido eléctrico desde las centrales hidroeléctricas del alto Caroní pasando por la amazonía venezolana hasta llegar al Brasil, posiblemente para ganarse adulancias de esta nación vecina y hermana, hecho que ocurrió durante la presidencia de Fernando Henrique Cardozo. El líder de la revolución inauguró la obra en presencia de su mentor Fidel Castro. Es decir, aquí hace 10 años había energía para exportar, sobraba electricidad pues. Así se cae también la otra tesis de que la culpa era de la Cuarta, ya que recibió un sistema eléctrico tan sano, precisamente de la Cuarta, que hasta se podía exportar energía. ¿Al Brasil también lo someterán a los rigores de los cortes de luz?
Por otro lado, ¿Cómo estarán las cabeceras del Caroní y sus afluentes? ¿Habrá minería legal o ilegal depredando los mismos? ¿Estarán sanas? Es necesario hacer un estudio integral de esta situación. Pero la verdad es que, más allá de cualquier consideración, resulta incomprensible que un país rico no solo en dinero, el cual ha estado particularmente favorecido por los altos precios del petróleo en comparación con los últimos gobiernos de la guanábana, sino también rico en recursos energéticos esté padeciendo esta inusual, incluso considerado en el ámbito de la región latinoaméricana, crisis eléctrica. Así las cosas, la responsabilidad única recae es en este gobierno, por no dar mantenimiento a las centrales tanto hidroeléctricas como termoeléctrica, por haberse gastado una millonada en estatizaciones de empresas, por no haber invertido en nuevas soluciones que permitan adaptar al sistema al previsible incremento de la demanda, por no dar mantenimiento al sistema distribuidor de energía, es decir, en pocas palabras, por incapacidad, ineficiencia y corrupción, y aún así cuesta creer que hayamos llegado a esta situación que pareciera, incluso hasta planificada y no simplemente desidia; es decir, al asumir gobierno, la revolución chavista habló del “Mar de la felicidad”, refiriéndose a Cuba, como ejemplo o modelo a seguir por Venezuela, pues bien, a nosotros solo nos falta la tarjeta de racionamiento para ser como Cuba, porque ya tenemos los apagones que al parecer, llegaron para quedarse.
Ha sido tanta la desinversión en este sector que especialistas hablan de 5 años mínimo para corregirlo. El presi habló de un fondo de 1 millardo de dólares para atacar la problemática, no solo es insuficiente sino extemporánea. Ante esta coyuntura un gobierno sensato debe aprovechar para introducir generadores de energía alternativa en el país, como eólica, solar (imagínense un programa para instalar paneles solares en las azoteas de las viviendas) y geotérmica.
Así las cosas, en pleno siglo XXI, a los venezolanos esta revolución nos ha tendido un cerco eléctrico, un cerco más el cual se une a los otros que ya existen, como el de la delincuencia, el de las divisas, el de la propiedad e iniciativa privada, el del agua y el de la libertad de expresión.